Grandes orquestas de ayer, de hoy y de siempre: Osmar Maderna

Osmar Maderna, el autor de los tangos Lluvia de estrellas, Concierto en la Luna, Qué te importa que te llore, Jamás retornarás, La noche que te fuiste, Lirio, Rouge, Cuento azul, y En tus ojos de cielo, entre otros, dejó solamente grabadas 56 placas, pero todas con su extraordinario sello particular.
Había nacido el 26 de febrero de 1918 en Pehuajó con el nombre de Osmar Héctor Maderna. En su carrera tanguística agregó al estilo de Osvaldo Fresedo y Miguel Caló su virtuosismo pianístico.
En 1946 arregló y grabó como tango El vuelo del moscardón, de Rimsky Korsakoff y las célebres Czardas de Monti, en el ‘47.
A su llegada a Buenos Aires, fue solista en la Radio Callao, estuvo en la orquesta de Lolo Fernández hasta que Miguel Caló lo contrató para reemplazar a Héctor Stamponi. En esa orquesta se encontró con Domingo Federico, Enrique Mario Francini, Armando Pontier y Eduardo Rovira.
En 1945 se desvinculó para formar su propia orquesta. En ella estaban Leopoldo Federico y su amigo de la infancia, Aquiles Roggero. Se presentó en la confitería Ruca, luego en el famoso bar Marzotto y el Tango Bar. También actuó en Radio Belgrano y El Mundo.
Cabe recordar que en 1944, con letra de Homero Expósito, compuso el tan recordado vals Pequeña.
Como compositor alcanzó fama internacional con su tema Lluvia de estrellas, que figura en una película de Walt Disney.
En 1951, por su afición a la aviación deportiva, obtiene en marzo su carnet de aviador. Un mes después, el 28 de abril, carreteando su avioneta choca con otra, muriendo en el acto, quedando así truncada la promisoria carrera de uno de los mejores intérpretes del tango.
José Gobello, en su crónica general del tango, recordó que: “Maderna y Piazzolla surgieron contemporáneamente a un tango que les quedaba chico. A falta de mejor opción, se inclinaron entonces por lo que ha dado en llamarse el decarismo, pero uno y otro estaban resueltos a avanzar más allá de Julio de Caro. Maderna alcanzó el éxito con mayor facilidad que Piazzolla. Éste luchó durante varios años para ser reconocido. A Maderna la vida comenzó a sonreírle cuando apenas era un adolescente. ¿Adónde hubiera llegado si la fatalidad no hubiera quebrado a la vez sus alas y las del avión que conducía?
Nada más vano que interrogar al futuro. Pero no debe su muerte a destiempo el firme lugar que ocupa en la historia del tango. Lo ocupa por su fantasía desbordante y su virtuosismo inusitado. ®