Volve Discépolo y explicame

Barrabravas
Habitualmente, los primeros dos meses del año son fríos en materia futbolística, a contracara de las temperaturas que se sufren en el verano argentino. Los equipos en su mayoría hacen la pretemporada y recién a mediados de febrero comienzan los torneos y aún no se puede hablar de malas campañas ni de excesivas presiones.
Por eso, llama la atención lo temprano que comenzaron los hechos de violencia entre barrabravas de diferentes equipos o peleas internas entre las barras. Esto debería ser una luz de alarma para avisarle a dirigentes políticos y del deporte acerca de que nada han hecho para terminar con este flagelo. Es más, parecería ser todo lo contrario.
Las culpas de la impunidad con la que actúan estos malvivientes están repartidas entre los propios dirigentes de los clubes y los referentes políticos que recurren permanentemente a sus servicios de protección y aprietes. Los dirigentes necesitan meterle miedo al director técnico para que se vaya, y allá estarán los barras para amenazar. Si un intendente necesita gente para un acto, se llama a los barras. Si hay críticas contra el manejo fraudulento de los clubes, se acallan haciendo participar a los muchachos.
El hecho que últimamente cubrió todas las portadas de los diarios, dada la trascendencia del club implicado, fue el que ocurrió dentro de las instalaciones del club River Plate, con una pelea por una suma cercana a los 60.000 dólares entre dos agrupaciones distintas dentro de las barras de River, donde hubo heridos de bala y por arma blanca. Pero creer que esto sólo pasa en el club de Nuñez es una inocentada que raya en lo ridículo. En primera división se gana mucho dinero. Pero como en todos lados se cuecen habas, nos enteramos que - por ejemplo - en el club Rosario Central, las barras manejan las divisiones juveniles; en Newell’s, representan a algunos futbolistas profesionales; en Boca, Rafa Di Zeo se pasea como una celebridad, maneja el presupuesto de la “Doce” y exporta su “experiencia” a México y España, para seguir engrosando sus ingresos como barrabrava.
Lo peligroso de todo esto es que estos grupos se han convertido en mercenarios o pequeñas mafias que sólo saben dirimir sus diferencias con bravuconadas, coerción y aprietes a mano armada. Hace rato que estos delincuentes olvidaron su amor por la camiseta.
¿Cómo se soluciona esto? Si tenemos en cuenta que tanto el poder político como la AFA debería ser el que cargue con la misión de erradicar este accionar delictivo, pero por el contrario, lo alienta, financia y aprovecha los servicios de estos indeseables, y por ahora quedan pocas esperanzas de que el problema llegue a su fin.

Indices mentirosos
Históricamente, los índices de precios han sido manejados con intención política. Hablábamos meses atrás de lo poco real que es un índice de inflación. Los políticos argentinos se han preocupado siempre porque estos índices mostraran buenos resultados, sobre todo en tiempos electorales. Pero los episodios protagonizados en el último mes por el Gobierno en relación con la elaboración de los índices de precios por parte del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), son por lo menos reprochables, por no decir vergonzosos. Primero dejan vacante a la directora del centro; luego continúan con la presión ejercida sobre los técnicos por parte de los funcionarios políticos, para que se modifique la metodología de medición, con el fin de reducir la medida mensual de la inflación.
La difusión del índice de precios minoristas, realizada con retraso y fuertes tensiones, expuso una tasa moderada del 1,1 por ciento, que no es un logro sino una falacia. Con esta metodología, el gobierno ha logrado lo contrario a lo que pretendía, ya que internamente nadie creyó en el índice e internacionalmente generó confusión. Al perderse la credibilidad sobre las cifras publicadas, queda al arbitrio de la imaginación de cada persona el verdadero nivel de inflación.
Con la divulgación del índice de inflación se ha generado un manto de sospecha sobre su veracidad, ¿qué pasará cuando el organismo dé a conocer otros datos todavía mucho más sensibles? Como, por ejemplo, los índices de pobreza, la distribución de ingresos, desempleo, o la tasa de crecimiento del producto bruto interno.
Pero existe otra consecuencia no deseada, aunque previsible, que comienza a vislumbrarse. La misma sospecha que tiene buena parte de la sociedad argentina sobre el manejo de los índices se ha trasladado a los inversores, quienes advierten con preocupación su eventual impacto sobre los títulos públicos, que se ajustan por el costo de vida. Los últimos informes de consultoras y bancos de inversión coinciden en que la decisión le reportará costos políticos al Gobierno, pero también financieros, particularmente entre quienes evalúan y deciden en qué mercados emergentes colocar sus inversiones.
Queda por decir, para que quede un poco más claro, que el Indec es un organismo técnico del Estado, no del Gobierno, y como tal debería ser independiente del poder político de turno. Sólo así se podrá garantizar que continúe con su labor brindando información certera, veraz y sin distorsiones o influencia de ningún tipo, aunque ello no se ajuste a los deseos y necesidades de las autoridades.

Democracia o Pseudo democracia
En Argentina quedó plenamente demostrado que a los que gobiernan y a buena parte de la población, poco les importa la democracia como mundialmente se conoce, sino, y la experiencia lo indica, a muchos le gusta más un gobierno de tinte paternalista y populista.
Kirchner es quizás el más claro exponente de esta tendencia y lo demuestra no sólo por como gobierna, sino por los líderes mundiales con los que siente mayor afinidad. El más representativo entre éstos, es el presidente venezolano Hugo Chávez. Esta afinidad es, por lo menos, peligrosa.
En nada tendría que preocupar que nuestro país tenga buenas relaciones comerciales y de cooperación con Venezuela, nación con la cual Argentina ha mantenido siempre una excelente relación diplomática. Pero no deja de generar cierta inquietud y alarma que el presidente Néstor Kirchner afiance una alianza política con el controvertido presidente Hugo Chávez, quien cada día se aleja más de las prácticas democráticas y del respeto por las instituciones republicanas.
En la reciente visita del presidente Kirchner a Venezuela, y durante sus reuniones con su par, se ha marcado con claridad la convergencia de ambos gobiernos hacia la instrumentación de negocios bilaterales de claro sesgo estatista, además de haberse consolidado ese país como el principal prestamista de la Argentina. En efecto, la compra de bonos del Estado argentino por 750 millones de dólares, sumada a la de 3500 millones adquiridos en los últimos meses, ha ubicado a Venezuela como el principal proveedor de fondos del Tesoro Nacional.
Lo que pretende Chávez es consolidar una fuerza o cruzada -como él la llama - “bolivariana”, con la mayoría de los jefes de estado de la región, los que quedan muchas veces obligados a solidarizarse o por lo menos hacer la vista gorda de los desvaríos autoritarios del militar venezolano devenido en “demócrata”.
En su búsqueda de aliados para erigirse como el adalid del bien contra el Satán representado por los Estados Unidos, Chávez se ha asociado al régimen de Irán, con el cual la Argentina mantiene una dura disputa diplomática por la presunta responsabilidad de ex funcionarios de ese país en la voladura de la sede de la AMIA. Por eso, parece cuando menos contradictorio el afianzamiento de la relación con el líder de Venezuela, porque hay cuestiones que no se pueden separar. Los gestos en las relaciones internacionales valen más que mil palabras, y el gobierno argentino está ofreciendo hoy al mundo una imagen de contradicción en su política exterior.
Al margen de los supuestos beneficios económicos que puede acarrear la integración económica entre ambos países, la relación con Venezuela debería manejarse de una manera más prudente, teniendo en cuenta que en Caracas no hay una administración de clara tendencia democrática, sino un presidente con un perfil autoritario que acaba de festejar su fallido intento de golpe de Estado de 1992, hecho que, aunque parezca inverosímil, potenció su carrera política, que lo tiene actualmente como presidente  de Venezuela.
Por eso aunque la frase sea vieja y repetida sirve para nuestro presidente: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. †